DE NUESTRO AMIGO BERNABÉ GALLEGO.

Pesada tu cruz, para morir por el hombre, el que te está esperando, es que mira al cielo para que no llore, para poderte ver en sus calles y sentirse orgulloso del Señor de túnica morada.


Para que tu camino sea menos pesado, debajo hombres de galeras oscuras, llenas de sentimientos, penitencias, euforias colectivas, de alegrías y penas, de saberse héroes del sentimiento cofrade, alguna lágrima caída sobre frente sudorosa, del que lleva al Señor de los Señores.

Exultante está el costalero, de un gozo inaudito que le invade, impaciente por llevar al Nazareno. Faja ceñida y prieta, costal en su cuello dolorido, la trabajadora callada y quieta. Una penumbra, un halo de misterio, de penitencia exhausta, costales de recios maderos, que hacen cerviz encallada, de hombres verdaderos.

Hombres de andares negros, en noches taciturnas y calladas, sones de racheo en duros pavimentos, musicalidad unísona del andar, de alpargatas negras de sufrimiento. Que no me vean mi sudor, que la luz no cale el negro velo. Yo quiero estar solo con mi penitencia, con la alegría y la pena de esta cárcel mía, entre cuatro zancos pido clemencia, a Ti, Cristo de la agonía.
Que nadie sepa que te llevo, negro faldón colgando, yo voy dentro, para que nadie me vea, para que nadie me sienta.


Soy tu costalero de cintura partida, quiero llevar tu peso agónico, elevarte a tu cielo infinito, y que digas a Dios verdadero, que al cielo, te subieron, de Montellano, tus costaleros.

Extracto del relato presentado por nuestro amigo Bernabé al concurso del Aguaó.